De premiadas y festivaladas

Y que de pronto nos vendieron la idea: la vida es un carnaval...

Entonces es inevitable la pandemia de la festivalitis y junto a ésta, la enfermedad de la concursitis. O consumimos fiestas al por mayor o festejamos cualquier premio ajeno. Y podríamos mordernos la lengua levemente ya que hemos hecho cuatro festivales y actualmente estamos nominados como Medio de la gente en los IMAS. Lo cierto es que el mundo de hoy tan enfermo de frivolidad sólo es una caricatura de lo que fue. Los grandes eventos sólo son una pantalla cada vez más colorida, brillante para ocultar el hueco profundo de la reflexión, de la autocrítica. La gravedad de nuestro tiempo es que en verdad andamos en el vacío celebrando hacia afuera, jugando a vivir dando clics en pantallitas y pantallotas. Si usamos el ensayo espectacular de Cuarón como una metáfora tal vez sería más efectivo ver que deberíamos desprendernos de lo que nos sobra, hay que soltarnos de la red porque realmente nos tiene atrapados. Andamos armados de ego en las manos, a la menor provocación sacamos la cajita que sirve de todo menos como teléfono. Selfie está bien, ya no avergüenza a nadie, porque todos lo hacen, por qué no. Y mientras tanto nuestras vidas siguen pasando sin mayor gloria que reproducir lo que los grandes corporativos dictan: pide una pizza, toma refresco, cerveza y disfruta la función. Los peces grandes se han comido todo, las noticias, las películas, las series, la música, lo que en este momento estés consumiendo tiene etiqueta de uno de estos cuatro monstruos, a su vez alineados ni siquiera a un gobierno que celebra apresar al narco en proceso de canonización sino a un poder mundial, absoluto. Somos pequeñas hormigas y para sobrevivir les decimos que cuestionen, que se pregunten por las emociones verdaderas, que conserven algo para ustedes, su vida es suya, no la vendan. Pronto revelaremos muchas sorpresas a contracorriente para escuchar otra música, otras historias, otros caminos. Escucha, mira y lee...

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