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miércoles

Reconstruyendo una ciudad

Sigue el verano citadino, muere el séptimo mes y comienza la carrera final del 2013. Después de una ansiada pausa buscamos qué más puede significar nuestro triple combo: música, arte y cultura. Primero y como siempre la música, bailan las musas con tantos sonidos pero algunos son francamente olvidables. Y es que todos sabemos que hoy se hace más música que nunca pero ¿en verdad existe más calidad y momentos entrañables?. Curiosamente en estos días fragmentarios de vida a pedacitos hasta los adolescentes buscan desesperadamente cual última rama del árbol caído algún clásico que los salve del gris ruido monótono ahora bien presumido como independiente. Y cuando consiguen decirle al mundo que “descubrieron” a un Mercury, a un Jackson, a un Plant, la fraterna familia azul de las redes aprueba con un pulgar arriba y les coloca una estrella, un mostacho y una palmadita virtual mientras se cuchichea arriba los hipsters. Entonces me pregunto si ya nos despertaron, se supone que sería al final de la revolución o cuando pasara el temblor. Cerati seguro sigue soñando con desiertos de sueños que serán. Pero aquí no es así, afuera no nos cuidan, sólo adentro, es cuando la añoranza se vuelve amarga espera de que una nueva banda de héroes nos salven el día. Llamaradas se dan a cuentagotas con los rebeldes ahora ancianos como Bowie luciendo arrugas y emulando sus mejores tiempos cuando todo consistía en hacer buenas canciones. Y el arte… sigue siendo esta suerte de puntos suspensivos donde las generaciones dialogan poco y siquiera se acongojan de los tiempos violentos y surrealistas que vivimos. En la apocalipsis de las calles borbotean los autoproclamados nuevos artistas sin rostro, ahí también se convierten automáticamente en otra mercancía más. Es otra moda tener pinta artística, montarse en bicicleta, hablar de redes libres y consumir día a día el banquete de espías imperialistas. Escribir, esculpir, pintar, engañar se vuelven verbos sinónimos cuando se legitima con tan sólo hacerlo una vez. Y la cultura en que todos opinamos se vuelve un caldo tan agridulce que sólo combina con la nada. Uno levanta la voz y otros tantos lo siguen por un tiempo hasta que todo se diluye en las fauces de un sistema en estado terminal pero que todos seguimos alimentando con egoísmo, vanidad e indiferencia. ¿Habrá cura para todos éstos, nuestros males contemporáneos? Realmente no, entre los días, a veces encontramos el prodigioso miligramo, casi siempre al cerrar los ojos, abstraerse por un instante ya no es fascinación barata, es necesario escape, antídoto intermitente. Prueba nuestra píldora, es gratuita. www.ciudadradio.mx