Sismos, socavones, inundaciones, feminicidios, balaceras, productores abusadores, el imperio del reggaetón, mala radio, mala televisión, mal cine, mal internet, pero sobrevivimos un año más. De todos los desastres naturales y humanos salimos vivos para llegar a otro año electoral y repetir el ciclo de desastres, tal vez…
Fue el año también en que comenzamos a crear un puente invisible, intergeneracional, interracial e internauta ¿sí? Hemos descubierto que el internet también sirve para salvarnos no sólo para reírnos del simplismo o criticar todo. No hablaré sólo de los heroicos millenials que cambiaron la manita en el teléfono por una mano con una pala sacando escombros, lo importante de las tragedias y pesadillas que vivimos en 2017 es que estamos seguros de que es posible salvar lo valioso de la vida, que no sólo es la existencia misma sino los valores que hace mucho nos definieron como humanos por encima de otros seres vivos. Ya lo advertían los chairos y los conspiracionistas confesos, el poder tiende a acumularse más y separarse del ciudadano, si existe un gobierno mundial hoy está más sonriente que nunca porque el miedo se esparció por todo el planeta y las vibraciones bajas parecen reinar nuestros tiempos. Ese mismo ritmo lento y de graves sonidos, dígase trap o Maluma cuyo discurso no va más allá de alimentar un burdo y anacrónico machismo que en la red matutina parece no ser políticamente correcto pero en las noches de antros mirreyes parece suceder lo contrario. Y la masa que nos queda, la vida Godín que mezcla generación X y millenials con algunos jefes baby boomers gastaron sus quincenas en el año más lleno de nostalgia en las marquesinas, que si los 90, que si Caifanes, que si Rock en tu idioma, que si Fobia se les une, que si festivales con los headliners noventeros, que si regresa Blade Runner, que si Star Wars, que si Mazinger revive. Si viniera la cuenta de cuántos pesos se invierte en la nostalgia de sentir “un poquito” lo que ya sentimos, entenderíamos lo ridículo que podemos ser gastando no sólo billetes sino tiempo vital comprando lo que ya teníamos, lo que ya consumimos y evadiendo nuevas emociones.
El arte es lo único que sobrevive al tiempo pero no así los artistas, ni los Jedi. Hasta Beethoven murió dignamente ya sordo pero con 9 sinfonías y no alargando su tour con la primera. En nuestra realidad tan fugaz, frugal y procastinante (términos no por verme hípster o exquisito pero creánme que son palabras necesarias) la recurrencia al éxito inmediato parece lo único válido, todos temen a lo diferente pero hasta Steve Jobs ya muerto debe retorcerse de que el nuevo Iphone es el mismo que el suyo. Los invito a pensar un poco en nuestras elecciones cotidianas, no en las que vendrán el próximo año, ¿somos lo que decimos defender, en verdad manejamos bien la basura, apoyamos la igualdad y equidad de géneros, cedemos el asiento en el transporte público, ayudamos a cruzar a los mayores, orientamos al ignorante en vez de insultarlo, somos periodistas y no reporfans? Sé que muchos hemos errado en alguna de esas decisiones y sí, somos humanos, en reconocer y enmendar está el proceso evolutivo. Que el mundo necesita ser mejorado, cambiado, revolucionado es verdad desde hace medio siglo, estas generaciones que tenemos en nuestras manos la maquinaría no así el control debemos al menos intentar nuestro chance.
Terminaré este impulso de comprobar este puente con otras referencias cinéfilas. La Blade Runner original se convirtió en obra de culto por lo diferente e irregular de su construcción, al igual que el libro que la precede es una metáfora al futuro que estamos construyendo, uno donde alabamos a las máquinas mientras nos volvemos más inútiles. Un replicante ya nos lo dijo una vez: aprendimos dócilmente a vivir como esclavos a partir del dolor, del miedo pero si hay algo más allá de nuestras narices entenderemos que la muerte en sí no es lo que combatimos, después de todo, es como las lágrimas en la lluvia, inevitable perderse pero lo importante es el camino que hacemos, eso es lo único que podemos heredar. Ahora que el futuro nos alcanzó resulta que la red es el mejor sistema de control donde la revolución es un trend pasajero, no ha llegado aún el apagón, invertimos la vida en evitar el espejo de quiénes somos en realidad porque es mejor una buena selfie. Y hasta la secuela de la obra maestra de Scott a pesar de tener una cuidada estética y debate filosófico en el fondo me deja la duda de qué tan necesario era otra película nostálgica sino para seguir inflando emporios. Algo similar sucede con los jedis de una galaxia muy lejana. El imperio del ratoncito cuyo cerebro está congelado en algún rincón del planeta ha comprado todo: Marvel, Lucas, Fox, el pasado, el presente y el futuro. A veces creemos que vivimos en el tiempo de la diversidad de contenidos pero los corporativos siguen comiéndose a los peces chicos y aunque sí es el tiempo donde se hace más música, más cine, más televisión, menos radio, al final las emociones se van estandarizando, el gusto contemporáneo parece traducirse en un menú muy predecible. Los artistas o se repiten, o copian, o se mueren de hambre porque nada es válido si no es tendencia global. En esta corriente navegan también los jedis que si bien reciben su dosis de madurez con la idea de que es ridículo usar disfraces, es arrogante pensar que el héroe nos salva a todos, también aluden a que las leyendas son un fantasma, funcionan pero son fantasía. El villano de esta generación, Kylo Ren, es un perfecto millenial, los mayores odian ver que esos malvados no dan miedo y seguramente deben opinar lo mismo de sus hijos: no son ni tan buenos, ni tan malos. En el centro de la discusión tenemos a un millenial que se siente traicionado porque su familia no lo reconoció y le dio su trono, y del otro lado a una joven luchona que viene de la nada, sin apellido pero que se hizo fuerte en el barrio pero después de todo son equivalentes, así nos pasa también cuando vemos que se anula todo lo políticamente correcto a la hora de la verdad, llámense elecciones, leyes, nota roja, en fin. Y la solución y fórmula a lo largo de la “nueva” película es la idea del kamikaze, hay que sacrificarnos para ganar, desobedecer o intentar algo nuevo, tres posibilidades de las cuales a veces no tomamos ninguna. Polarizados en ultramachos y feminazis sólo repetimos el ciclo de liberales y conservadores, el esquema básico de bueno y malo ya no vende así que todo debe ser retratado en escala de grises pero sutilmente seguimos dudando ¿cuál es el mal de nuestro tiempo? ¿el capital en pocas manos, el control de la información, Trump, Peña, el sistema? Sí, no hay respuesta solitaria así que tal vez ése es nuestro mal, la duda de todo hasta de nosotros mismos. Mientras todos estemos dudando, aquellos que saben hacia dónde dirigir la maquinaria lo seguirán haciendo al infinito. Gracias 2017 por despejarnos al menos en lo personal el estado dubitativo, no vi naves en llamas más allá de Orión pero si vi mexicanos salvando a sus hermanos, con eso me quedo, con eso me basta, 20/18 Ciudad Radio regresará…